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¡Ahora también puedes salir de fiesta sin preocuparte por el dinero!
Low Cost una sesion que revoluciona el concepto del ocio nocturno en Madrid. Las copas toda la noche en barra a tan solo 2€... PRIMERAS MARCAS GARANTIZADO. Cambia radicalmente la manera...  
 
 El low cost:
La revolución que vino del cielo
Marcas genéricas, ropa a precio de saldo, intercambio turístico de casas… Llegó con los vuelos baratos y hoy, en tiempos de crisis, se ha convertido en un estilo de vida. Es la fiebre del bajo costo.

  •  El low-cost, es un concepto que como tal no se sabe cuando, ni donde, ni gracias a quién surgió. Una definición exacta tampoco existe, pero podría definirse como una forma de negocio que consiste en lanzar productos y/o servicios a un precio de mercado inferior al habitual todo con el propósito de adaptarse a las necesidades del consumidor. El perfil del cliente al que se dirige este fenómeno, es de un nivel económico medio-alto y medio-bajo.
  • Las principales ventajas de esto son evidentes, el bajo coste de los productos y servicios que se ofrecen y que ponen al alcance de los mortales cualquier cosa. El low-cost abarca todo tipo de productos y actividades generalmente referidas al ocio (turismo, ropa, restaurantes, etc). Los inconvenientes principales están: en la dificultad de acertar con la oferta que se hace, cubrir todos los costes, generar un beneficio, etc. No es solo bajar los precios. Además otra desventaja es que a los productos y servicios low-cost se les atribuyen cualidades que no venden demasiado, sobre todo entre aquellos que pueden permitirse una vida más cara. Hacer que todo esté al alcance de todos, hace que nada sea especial. Esto quiere decir que se pierde la exclusividad.
  • Pero sin duda, el primordial problema para vender servicios a precio óptimo es ,en primer lugar, conocer el negocio, saber aplicar técnicas de marketing, tales como conocer las necesidades del consumidor, verificar si se tiene lo que el cliente desea, hacerle una oferta, y a poco que se adapte a sus necesidades ya tenemos una venta hecha.
*¿Y tú que piensas del low-cost?¿Crees que influye en la calidad del producto/servicio?¿Puede el low-cost alentar los estereotipos y que juzguemos precipitadamente?*

El Mundo- Suplemento de economía
Los negocios de bajo coste, surgidos al amparo de la revolución de internet, han creado una cultura que ha invadido los espacios que antes estaban reservados para unos pocos elegidos. Se trata de una nueva generación de consumidores que exige que las empresas se amolden a ellos y a sus posibilidades, y no al revés como dictaba la economía tradicional. David Gistau
    Finales de los años 90. El alto ejecutivo de HSBC Sebastian Allers, con oficina en el Canary Wharf londinense y un vestidor lleno de corbatas de marca en su dúplex cercano a Knightsbridge, acaba de embarcar en un vuelo de Ryanair con destino a algún aeropuerto de segunda categoría en Italia. Le acompaña una mujer a la que ha tentado con una escapada a un hotel donde podrán beber bellinis con los móviles desconectados mientras ven pasar góndolas.


    Aunque Ryanair ya ha comenzado su revolución contra los monopolios aéreos que en 2005 le ha procurado un volumen de 34 millones de pasajeros, el concepto low cost, o bajo coste todavía no se ha propagado a todos los ámbitos de la sociedad de masas ni ha sido diagnosticado por los observadores. Por eso, nada había preparado a Sebastian Allers para lo que sucedió: de pronto, una banda de hinchas barriales que viajan para ver jugar a su equipo de fútbol irrumpe vocinglera en la cabina del avión y arruina la atmósfera romántica con que la pareja ya empezaba a paladear la excursión.
    Durante todos sus paseos por Venecia, Allers seguía encontrándose con ingleses del mismo estrato social, a los que reconoce porque son los que le cobran en la caja del supermercado, o le arreglan el coche, o le escancian la pinta en el pub, y de los que no sospechaba que pudieran desplazarse más allá de los límites inmediatos de su entorno.


    El descubrimiento supone una decepción para quien fue a Venecia en parte a sentirse exclusivo, miembro de cierta elite ambulante que en invierno esquía en Berbier y en verano hace cabotaje por los enclaves lujosos del Mediterráneo y para la cual los viajes de placer eran el atributo de un sentido de clase. Años después de aquella escapada italiana, Sebastian Allers conserva una opinión arrogante de lo que, ahora sí, ya ha sido identificado como el fenómeno low cost: «Sólo sirve para que en todas partes haya cada vez más gente fea», dice.


    En la Unión Europea, el reparto de la riqueza deja una franja del 15% de la población a la que se puede catalogar como pobre. Y que, por tanto, bastante tiene con satisfacer las necesidades de supervivencia como para plantearse invertir en ocio y consumo. Justo por encima de esta franja, pero desde luego muy por debajo de los 691 multimillonarios censados en 2004 (datos extraídos de El fin de la clase media, de Massimo Gaggi y Edoardo Narduzzi, editorial Lengua de Trapo), existe una ingente cantidad de individuos con ingresos nunca superiores a los 20.000 euros anuales. Son los denominados mileuristas, para los que el low cost equivale a lo que fue la invención del turismo de masas y de la prosperidad con electrodomésticos para las clases medias a partir de la década de los años 50.


    Es decir, una obligación de compartir los escenarios y las herramientas del placer, una suerte de democratización del ocio, que no del lujo, que vacía de contenido toda pretensión elitista. Ahí es donde cobra todo su sentido la reflexión de Tom Wolfe sobre el proletariado oprimido y estabulado en un gueto, «expresión que sólo es usada ya por unos pocos viejos académicos marxistas con pelos en las orejas. Porque el electricista o el técnico de aire acondicionado lleva una vida que asombraría al Rey Sol. Pasa las vacaciones en Puerto Vallarta o Barbados con su tercera esposa, ataviado con una camisa hawaiana abierta hasta el ombligo, y pide agua con gas Quibel, puesto que la marca Perrier le parece demasiado vulgar».


    La llegada del turista, como escribió Paul Bowles, acabó con la aureola romántica y singular que distinguía al viajero. De igual forma, la aparición del fenómeno low cost provoca una reacción en quienes aspiran a seguir distanciándose para diferenciarse como miembros exclusivos de la aristocracia del dinero: ese 1% que en países como los Estados Unidos acumula el 40% de la riqueza. Estos ricos, como si hubiera que proyectar algún mensaje identitario al exterior, no renuncian a recurrir a productos tan prestigiosos como Cartier, Ferrari o Bang&Olufsen.


    Marcas inalterables por el bajo coste que todavía expresan sentido de clase y que fidelizan a quienes cuentan con mayor poder adquisitivo, de un modo que ni siquiera se plantea el usuario de lo barato, que por estar atento tan sólo al precio carece de sentido de pertenencia grupal y de lealtad a una marca.


    A la menor parte de la población, a esa con mayor poder adquisitivo, no le importa gastarse el dinero al adquirir costosos teléfonos móviles personalizados por diseñadores de fama con los que no resisten la comparación proyectos globales y baratos tales como el Yoigo. Y, para dar al viaje una vuelta de tuerca elitista, eligen compañías como Gulfstream, o llegan a gastar fortunas en caprichos mecánicos con los que dar la vuelta al mundo -en el Globalflyer de Richard Branson, o en el globo Spirit of Freedom de Steve Fossett-, o directamente se alistan en expediciones de turismo espacial, acaso porque el cosmos sea uno de los últimos lugares adonde todavía se puede ir sin encontrarse con toda esa gente fea del low cost, que malogra una pretensión de exclusividad.


    Cualquiera de nosotros, de los que jamás haremos turismo sideral, ha frecuentado como usuario en alguna ocasión las compañías que sustentan el fenómeno global del low cost. Hemos comprado ropa en Zara o en H&M o en los denominados outlets, establecimientos que venden prendas descatalogadas y de marca hasta un 70% más baratas.


    Hemos volado con Ryanair, Easyjet o Clickair, la aerolínea de bajo coste de Iberia con la que la compañía española entró en ese mercado para evitar ser devorada como Varig por Gol. O con Virgin, la compañía pionera que incluso vistió a sus auxiliares de vuelo de modo informal para convertir el bajo coste en estilo.


    Hemos bajado música o películas en LimeWire o e-Mule, pagando por cada canción 60 céntimos, o no pagando. Hemos hablado gratis por teléfono gracias a Skype, cuyo software ya se han descargado 141 millones de usuarios potenciales distribuidos por todo el planeta. Hemos amueblado una casa entera, o redecorado una vida, en Ikea, el imperio sueco instalado en 44 países que en 2004 facturó 12.800 millones. Hemos dormido por veinte o treinta euros en hoteles Ibis o Accor cuyas habitaciones, ubicadas normalmente en las afueras de las ciudades y muy utilitarias y desnudas de servicios añadidos, habremos reservado sin pasar por una agencia en portales como lastminute.com.


    Otras empresas menos universales permiten embarcarse en cruceros por el Mediterráneo por menos de 400 euros. O, como Pepecar, la compañía desde la cual Javier Hidalgo plantea toda una estrategia de irrupción en el bajo coste, alquilar coches por tres euros al día. O, como las zapatillas Marbury vendidas a 15 dólares (12 euros) por la empresa del jugador de la NBA (16 millones de euros en beneficios el año pasado), equiparnos para el deporte traicionando a las marcas de tan abrumadora presencia en la publicidad y en el intento de imponer un estilo de vida por el que hay que pagar mucho y que sólo deja como alternativa cierta noción de exclusión.

    El advenimiento del low cost no se reduce por tanto a las compañías aéreas de bajo coste, donde el concepto fue alumbrado desde el embrión de Ryanair, sino que afecta a todas las propuestas de ocio, divertimento y consumo cultural de una clientela que exige que las empresas se amolden a ella y a sus posibilidades, y no al revés. Y que consigue imponer su criterio hasta el punto de que se ha desatado una verdadera lucha por capturar ese segmento que desbarata las hegemonías de los monopolios y hace, si cabe, que el mercado sea aún más libre y flexible, más penetrable.


    Para explicar que los precios ínfimos resulten rentables, la visión crítica se referirá a los bajos costes de producción, que incluirían verdaderas ofensas a los derechos de los trabajadores y salarios de miseria. Pero, más allá de esto, el low cost no habría sido posible sin la evolución tecnológica y sin Internet, espacio en el que son abolidos los intermediarios, los distribuidores, y donde el cliente establece por tanto un vínculo directo con el servicio. Como, por otra parte, las empresas de bajo coste necesitan alcanzar una dimensión global en la que dar salida con premura a stocks masivos, resulta que el fenómeno del bajo coste está completando una suerte de uniformización que desintegra las fronteras y las particularidades culturales. Como su cauce natural es el empleado por la globalización, de alguna manera es como si hubiera traído lo que Bertrand Russell llamó la «estandarización universal».


    La estética Ikea domina lo mismo en un hogar de Sevilla que en uno de Wisconsin. El café de Starbucks sabe exactamente igual allá donde lo pruebes. La misma camisa de Zara la lleva un estudiante de París y otro de Buenos Aires.

    Las webs de intercambio de música ponen en contacto tendencias y a melómanos de lugares remotos que antes estaban condenados a no encontrarse jamás ni mezclar fluidos culturales. Y, por supuesto, el mundo se ha convertido en un lugar infinitamente más pequeño y transitable, menos exótico, a cuyo descubrimiento puede arrojarse por fin toda aquella gente que antes existía sofocada por los límites de lo cercano y más preocupada por la supervivencia que por el placer. Aunque sea fea, y no tenga conciencia de clase, ni acuda a la llamada de los tam-tams de la publicidad identitaria, e invada los espacios de los que se sintieron amos, con un bellini en la mano y viendo pasar las góndolas, de los oligarcas del dinero. Es el signo de los tiempos, es la generación low cost.
    Para no verla, hay que marcharse a beber bellinis al espacio.
    Low Cost Festival 2010 en Benidorm
    Low Cost Festival 2010 en Alicante
    15/3/2010
    Low Cost Festival 2010 en Benidorm. El Low Cost Festival 2010 lanza sus primeras confirmaciones! Low Cost Festival 2010 tendrá un cartel que no dejará indiferente y que promete grandes sorpresas, a partir de hoy hasta el día de su celebración.  
    Estas son las primeras confirmaciones de un cartel que reunirá a más de 25 bandas nacionales e internacionales: love of lesbian, Iván ferreiro, Vive la fête, Dioyy, Jessie evans&toby dammit, Tokyo Sex Destruction y Jesse dee.
    Low Cost Festival 2010. 23 y 24 de julio - parque de l´aigüera - benidorm (alicante) festival internacional de música indie - rock. Las entradas de día y abonos de Low Cost Festival 2010 saldrán a la venta a partir del día 22 de marzo. Compra tus entradas para el Low Cost Festival 2010

    La segunda edición del Low Cost Madrid cierra con menos ventas y visitantes

    Los descuentos de hasta el 40% en las viviendas y las facilidades de financiación exclusivas de la segunda edición del salón Low Cost Madrid, que se celebró del 12 al 14 de marzo, no fueron suficientes como para superar las cifras de la primera feria. El número de visitantes se redujo a 33.000 frente a los 45.000 de la edición anterior, y el volumen de negocio pasó de 50 millones de euros a 40 millones.

    http://www.cincodias.com/articulo/vivienda/segunda-edicion-Low-Cost-Madrid-cierra-ventas-visitantes/20100315cdscdsviv_2/cdsfinviv/ 


    OBSERVATORIO DE TELECOMUNICACIONES
    Vodafone,  Movistar y Orange entran en el territorio 'low cost' y desafían a Yoigo y las OMV
    Las tres bajaron sus precios un 11%, estrenan tarifas planas, buscan a los clientes prepago de los que depende el 47% del crecimiento del sector y traen 'smartphones' 'low cost'
    Yoigo se atrinchera en la portabilidad, es la única 'low cost' que puede sostener un cuerpo a cuerpo en la guerra de tarifas planas y convergencia, aunque se juegue su liderazgo en el 'refarming'

    Ana Zarzuela.- Contraatacan, se ponen cómodas en los precios más económicos de un mercado maduro, con una penetración cercana al 115%, en el que la crisis del consumo, sobre todo de voz (de la que sigue dependiendo el 80% de los ingresos), penetra el negocio móvil, más vulnerable a la coyuntura que el fijo. Les duele la portabilidad en los muros del 95% del mercado celular que siguen sosteniendo. Sólo Orange -con un saldo positivo de 22.600 clientes en los dos primeros meses de 2010- ha podido por primera vez en una década zafarse del ‘robo’ de clientes móviles a manos de las OMV y sobre todo Yoigo -con 307.000 nuevos usuarios durante 2009-. Una vía de agua que a Vodafone y Movistar les ha costado en 2010 casi 70.000 clientes a cada una, la mayoría de prepago. Junto a Orange, despliegan sus ‘armas’ para revertir las olas de la marcha de usuarios al calor de ofertas de ida y vuelta, ya lo hicieron en el tercer trimestre, cuando Movistar recuperó el 50% de las altas. Hacen guerra en las trincheras de los chutners y blindan la fidelidad de sus usuarios a golpe de tarifas planas, terminales y subvenciones, convergencia de las redes de banda ancha móvil y aplicaciones; unas latitudes en las que las telecos ‘virtuales’ no pueden adentrarse. Desde que en noviembre Orange se atrevía con la primera tarifa plana nocturna para prepago, las tres le quitan el polvo de la falta de rentabilidad a los clientes ‘de tarjeta’, revierten la tendencia que desde hace unos años había ido reduciendo su peso, hasta llegar en el segundo trimestre de 2008 a su suelo, con 19,8 millones de clientes. Han sumado 811.000 usuarios en poco más de un año. Hoy no son sólo la mayoría de los que se portan,  sino responsables del 42,4% del crecimiento del mercado celular. Con cada nuevo plan comercial, Vodafone, Movistar y Orange desafían el liderazgo en portabilidad de Yoigo y el blindaje, en la trinchera low cost, de la veintena de OMV. Saben que la carrera de tarifas planas los deja en fuera de juego, han comenzado a exigir a las puertas de la CMT un nuevo marco de precios mayoristas.
    Aterrizaron en el mercado móvil español hace tres años, el conjunto de las Operadoras Móviles Virtuales tienen ya a mano un 2,9% de sus clientes -un 0,02% más en el último mes- y también la convicción de que no es suficiente para una treintena de operadoras, menos aún si miran la avanzadilla, en el ‘carril’ low cost, de Yoigo, con una cuota del mercado móvil del 2,5%, casi la misma que la veintena de operadores móviles virtuales juntas. Se dejan querer por los vientos del norte, miran a Alemania, Austria, Noruega y Dinamarca y, ahora que captan ya más de un tercio de las nuevas altas y lideran en grupo las portabilidades, se atreven también a ponerle el ojo y las intenciones al 15% del mercado. Han calentado la crisis al sol de la guerra de precios, lo justo como para hacerse con la plaza más poblada para los nuevos clientes de telefonía móvil en los dos últimos trimestres. Se han subido a la travesía del desierto del consumo de voz móvil y han conseguido hacer lucir los galones de la portabilidad, del perfil masivo del prepago entre las operadoras virtuales- del que viene en el último año el 42% de las nuevas altas- y del brillo de su piel low cost al sol de la crisis. Pero saben que ya no será suficiente, ahora que las cuatro grandes operadoras móviles bajan al suelo de la competencia y se visten la piel low cost para la guerra de precios y que las ‘elegidas’ para el podium del sector dejan poco más que migajas del mercado a las demás. El ‘sarampión’ de las OMV ya ha dejado sus primeras víctimas en el ‘Olimpo’ de Simyo, Masmóvil y PepePhone.
    Las tres grandes operadoras móviles aún no han podido digerir la pérdida de los clientes de tarjeta sin identificar, más de 244.111 líneas, (sólo Movistar espera entre 100.000 y 120.000 desconexiones en el segundo trimestre, cuando expiren los seis meses extra de Interior), un suma y sigue en la salida del mercado de líneas de móvil, que ha perdido sólo en enero 76.303 números hasta un el parque de 52.810.480, un 3,4% más que hace un año. Moderan sus precios, lo han hecho las tres grandes telecos móviles más de un 11% desde 2007, no sólo con el impulso de la Comisaria Reding y la CMT. Al calor de la caída del consumo, a pesar de la rebaja de ingresos de mercado celular en un 6,28% en el último ejercicio, las operadoras españolas han subido los precios de la telefonía fija un 6,57% en el último año, pero contienen los del móvil, por cuarto trimestre consecutivo, un 7,6% en los tres últimos meses de 2009.  Con un ingreso medio hoy de 17,90 céntimos de euro por minuto, Movistar sostiene el liderazgo desde hace dos años. El tijeretazo de Orange con una bajada hasta septiembre de 2009 del 11,6%, no le ha impedido seguir en el último puesto por ingresos, por detrás de Vodafone, que redujo sus precios 1,09 céntimos (un 6,4%) o de Movistar, que bajó sus tarifas un 8,4% en estos casi ocho trimestres, más de 1,65 céntimos. 
    Las telecos otean el mercado fijo, no disponen de la baza de sus ingresos fijos -como las cuotas de abono- y, a la vista de las zozobras de la voz, quieren incrementar sus ingresos procedentes de las búsquedas en Internet y de los contenidos audiovisuales, después del descenso de las ventas por  la saturación de móviles y la competencia en los precios por los servicios de voz. Vodafone ha anunciado su primera tarifa plana ilimitada para navegar por Internet a través del móvil para sus clientes de tarjeta mientras dispongan de saldo con un coste de 0,5 euros al día. Orange -que aún tiene a un 75% de su base de clientes sin acceso habitual a servicios multimedia- llevará las casi 200.000 aplicaciones multimedia y juegos de su catálogo básico a los móviles básicos, en un intento por igualar el éxito de las populares aplicaciones informáticas disponibles en teléfonos inteligentes más caros un mercado del que los analistas descuentan que aumentará su facturación un 807% durante los próximos años, según la consultora research2guide. Y comienza a trasladar parte de su estrategia low cost de mercados emergentes -sobre todo algunos africanos- al Viejo Continente, con dos modelos de  marca propia para el mercado español. Nada que no haya empezado a ejecutar, de una u otra forma, Vodafone, aunque su móvil más barato -11 euros- sigue siendo para mercados emergentes -la India, Turquía y otros ocho países africanos con servicios de prepago- pero prepara una campaña de aparatos low cost para todos sus mercados. Telefónica vuelve a apostar por el móvil de marca blanca, por ahora sólo de la mano de la china ZTE y para doce países de América Latina.
    Miran a internet, el único negocio que sigue al alza, aunque su crecimiento ya no tiene nada que ver con el de otros tiempos facturó sólo un 1,2% más en el último trimestre de 2009. La banda ancha en movilidad ha disparado en un solo trimestre las tarjetas y los módems hasta los 1,72 millones. Ni Orange, ni Vodafone ni Movistar quieren excluir a los clientes prepago y las tarifas planas de un mercado que crece al doble de velocidad que los clientes de adsl y cable. Las tres sintonizan con los fabricantes, ahora que Movistar y Vodafone ya han blindado el tirón de los smatrphones, aterrizan los precios de los móviles inteligentes. Hasta ahora, las nuevas ofertas, modelos y aplicaciones han permitido que la venta de terminales aumentara un 4% en los doce últimos meses, hasta los 52,9 millones de clientes. Y ya en el Mobile World Congreso de Barcelona advirtieron que 2010 será en el mercado español el año de los 'smartphones' de bajo coste, por menos de 100 euros, siempre que sea bajo el paraguas de la subvención de alguna operadora, unas aguas en las que ahora sólo los coreanos de LG y Samsung se habían sumergido y que –gracias a Android- le ha abierto la puerta a Huawei o ZTE. Los clientes Movistar pueden tener ya gratis un Nokia X6 al contratar una tarifa plana de Internet Móvil Premium. Nada que desvíe las huellas de sus precedentes - ha mantenido al iPhone y a otros terminales muy atractivos como el Palm Pre, o el Motorola Dext, como gancho-, pero nada que permita a las operadoras alternativas hacerse fuertes en la competencia low cost.

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